MUSGO Y DIENTES
Musgo y dientes (2022) es un proyecto poético-fotográfico que surge en paralelo a la creación de mi próximo poemario bajo el mismo título.
Las fotografías son el resultado de la inspiración de un poema que previamente ha sido elaborado mediante el método de la escritura automática. Tanto en fotografía como en poesía procuro trabajar el psicoanálisis, el mundo de los sueños y los pensamientos no elaborados, transferidos de manera inconsciente y, posteriormente, revisados para ofrecer una correcta estructura del verso.
Por este motivo, las imágenes tienen en común la misma línea temática, pero no necesariamente la misma estética visual. Esta particularidad será la que introduzca al espectador en la narrativa poética de mis sentimientos: miedos, anhelos y evocaciones, que continuamente ofrecen su metáfora corpórea a través de paisajes inquietantes, aparentemente deshabitados.
He visto a una niña
en el interior de este afilado espejo.
Sé que me refleja:
lleva una mujer triste
atravesada en la garganta.
El recorrido visual y poético llevará tanto al espectador como al lector hacia dos caminos iniciáticos que se complementan de manera cíclica. El musgo ofrecerá bosques, heridas y quietud, para mostrarnos el paso del tiempo, la vejez y la inevitable muerte. El cuerpo que se desvanece y se abre paso entre las húmedas entrañas de la tierra. La transformación de la carne llevada al hueso, de la ceniza que recrece el musgo sobre las rocas. El devenir de la desmemoria hacia un retorno imposible.
El otro camino se mostrará como un amplio brocal, con o sin dientes. Después de la pérdida, regresamos al origen: inicio de la propia existencia, rodeados por el líquido amniótico. Pero antes de las primeras palabras, nuestras encías se aferrarán a la leche. Y mientras el musgo se abre paso, el tiempo nos llenará la boca de palabras y de dientes, como si nunca fuéramos a regresar del silencio, la carencia y el vacío.
Y es en ese retorno cuando recordamos la raíz, la tierra y el cuerpo esparcido. Ya no queda más tregua, quizá unas últimas palabras o la sonrisa esparcida que nos recuerda que nunca fuimos dueños de ningún diente.
La infancia se proyecta a través de un largo sueño, incidiendo a través de los pequeños orificios del olvido, ahí donde los contrarios se acompañan constantemente: la soledad y la compañía ausente, el espacio y el encierro, la inocencia de lo salvaje y la continua transformación.
Al final, los caminos se entrecruzan y esta extraña sensación de orfandad resuena entre los árboles. Ya estuvimos aquí, en otra vida u otro momento. Ya fuimos la ceniza, antes o después de la carne.